Inca Pachacutec (Foto: Internet) |
Recorriendo el territorio sometido, el Inca llegó hasta un desértico pago llamado Tate, cuya dueña era una anciana que vivía acompañada de su bellísima hija, de quien Pachacútec quedó prendado y dispuesto a conquistar. Si bien el territorio había sido fácil de dominar, no fue así el corazón de la joven. Ella no se dejó deslumbrar por el rango de su pretendiente, pues amaba a un joven de su comarca.
Conmovido por el desinterés y honestidad de la doncella, el inca quiso plasmar su admiración y cariño concediéndole lo que ella pidiese. La joven arrodillada le suplicó agua para sus tierras que morían de sed: "Siembra beneficios y tendrás cosechas de bendiciones"- le dijo besando su manto.
Pachacútec prosiguió su camino triunfal en su anda de oro, pero sus cuarenta mil hombres se quedaron diez días para ejecutar su promesa: Abrir el cauce que llevaría agua a los pagos de esa región iqueña. Aquella achorana quedaría como un homenaje al sentimiento de un poderoso soberano doblegado por una doncella.
Excelente relato peruano
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